sábado, 15 de diciembre de 2012

RITMOS


ESTADOS CARENCIALES


Pequeñas reacciones cotidianas que nos definen


No puedo evitar caminar como vivo.

Desde hace un par de veranos me he visto infectado por el virus del montañismo. Una actividad ciertamente gratificante, y con un coste muy razonable para los tiempos que corren.

Ascendiendo algunas de las cumbres, principalmente del pirineo, he descubierto que me cuesta mucho dosificarme. Esta costumbre me ha reportado algunos sonoros fracasos. Este último verano me vi incapaz, por ejemplo, de alcanzar el Balcon de Pineta, en el valle de Ordesa, por unos pocos centenares de metros. Y las he pasado canutas en un par más de ocasiones.

Refugi de la Gola, Alt Àneu - Misión cumplida esta vez
Es una sensación ciertamente extraña, encontrarte absolutamente vacío. No es cansancio, no es que te duelan las piernas, no es que te falte el aire. Lo más parecido que se me ocurre es eso vacío.

Con todo estoy convencido que esta manera de proceder me ha permitido alcanzar objetivos que de otra forma no creo que hubiera conseguido. El balance general es, sin duda, positivo.
Me cuesta mucho no poner lo que tengo en lo que hago, aunque signifique, muchas veces, un aparente continuo vivir de farol.

Mientras bajaba del Balcón recordaba cómo, cuando estaba en la facultad, una de las máximas del grupito de canallas que nos juntamos, era el matricularnos del mayor número de asignaturas que nos permitieran (que bien nos hubiera ido aplicar el mismo criterio a la asistencia a clase), y presentarnos al máximo de exámenes posibles, pues la experiencia nos decía que, al final, el porcentaje de éxitos, la mayoría de veces no dependía del volumen de trabajo. Cuando nos presentábamos a seis, aprobábamos cuatro; cuando nos presentábamos a doce, aprobábamos ocho. Lo pasábamos mal, pero valía la pena.

Supongo que en gran parte, es fruto de la educación que he recibido de mis padres, y que agradeceré de por vida. Una herencia obrera de: ante las dificultades, apretar los dientes y empujar. Es lo único que tiene, el que no tiene nada más.

Ser ambicioso en mis pretensiones, nuestros límites siempre están mucho más allá de lo que nosotros nos pensamos. Aquí me acuerdo de cuando en la escuela nos explicaban la historia  del soldado de Marathon. No es una mala manera de morir, exhausto y satisfecho.

Tengo un compañero, sin embargo, con un biotipo mucho más apto para el ejercicio físico (para quien no me conozca, con dificultad alcanzo el metro setenta de estatura y arrastro unos noventa y cinco quilos, eso contando que en el último año me he quitado diez de encima), que sale al monte todos los fines de semana, que camina mucho más que yo, más rápido, más rato y más lejos, y que manifiesta abiertamente que solo corre, si el terreno es llano o cuesta abajo.

Otra manifestación de más de un millón de personas - al parecer ese día nadie estaba escuchando

Me acuerdo de todo esto, cuando oigo “no es posible”, cuando me dicen “no se puede”, cuando nos limitamos nosotros mismos con un “qué puedo hacer yo”.

2 comentarios:

  1. Y lo haces sin necesidad de hacerte promesas como que no te tomarás una cerveza hasta que....

    Un abrazo del "gitanitu"

    Me gusta tu versión narrativa. Je je

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Je je. Me prometo no volver a hacer las mismas tonterías una y otra vez, pero tampoco lo cumplo...

      Que le vamos a hacer.

      Un abrazo chavalote, a ver si nos vemos, sea en real, o en virtual.

      Eliminar

Ya que has llegado hasta aquí, da un pasito más. Venga ¿Qué te cuesta?