domingo, 2 de diciembre de 2012

DURA POCO LA ALEGRÍA EN LA CASA DEL POBRE


- Déjala a ella que sea pájaro.
- No si a mí me da igual, pero se me hace raro.
Había conseguido sacar adelante, sola, tres de los cinco hijos que había tenido. Para conseguirlo tuvo que exprimir su juventud, primero en las huertas y después en las fábricas. Derramó las horas que le quedaban en mal pagadas labores en casas ajenas, llorando las últimas gotas, de madrugada, en su propia casa.
Miserable fue el tiempo entre que sus polluelos dejaron el nido, y la vuelta a casa de dos de ellos con su propia colección de polluelos, a los que, de nuevo, debía alimentar.
Ahora llevaba dos días asomada al alfeizar de la ventana, como queriendo alzar el vuelo.
Parecía que no se podía sacar más de la abuela. Definitivamente, tras la casa de pueblo, tras agotar los ahorros, la pensión del abuelo, la suya propia… había consumido también el juicio.
La junta de emergencia fue convocada, estabamos todos. Era una catástrofe. Al final Felipe, el único de los pequeños que iba a la escuela aportó una solución que, si bien no era definitiva, permitía ganar algo de tiempo.
- Ave que vuela a la cazuela.
El padre de Felipe no pudo reprimir un gesto de orgullo, mientras los demás celebraban la ocurrencia.

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