martes, 18 de febrero de 2014

DOBLECES


A veces la vida se nos dobla y se nos desdobla y nunca sabemos de que lado del pliegue vamos a caer.


La imagen de aquí,
y aquí, por ejemplo,el libro, por si aún no lo leíste.


Dobleces

Cuatro años después Marcel Puig todavía añoraba las laderas pirenaicas en que se crió. Las amplias praderas y las, cada vez más escasas, ovejas a cuidar. Cuando no pudo aguantar más, un primo lejano, colocado en el gobierno autonómico, le había encontrado un trabajo en la brigada municipal de la capital catalana. Él hubiera preferido un puesto, por ejemplo, de forestal, que no le obligara a esta prisión urbana, pero por lo menos podía pagar las facturas.

Por los años al mando del tractor le había correspondido el volante del vehículo de limpieza, lo que le hacía las horas más cómodas. Más aburridas también.

La lanza de agua a presión correspondía a su compañero Marcos: treinta y pocos años y ensortijados cabellos de rastafari. Hoy golpeaba con el chorro, furioso, jirones de hojas de periódicos y varias bolsas de plástico, junto con los restos de un bocadillo envueltos en papel de aluminio. En su vida anterior había sido Ingeniero de Caminos. Con el principio del fin de la era del ladrillo, su intransigencia le hizo ser de los primeros en pagar el reajuste. Con todo pudo reorientar su carrera, antes que la avalancha de desempleados inundara el mercado de los trabajos menos deseados.

Abdu, a sus diecisiete años, había sido el orgulloso líder de su clan familiar, en una aldea a orillas del río Senegal. De aquel tiempo ya sólo le quedaba una cierta elegancia en el porte que, junto con su estatura, le había granjeado, en el comedor popular, el sobrenombre de Masái, incongruencia étnica que él no había tenido arrestos para rebatir.

Sirenas cooperantes habían cantado a sus oídos, en los meses que ellas llamaban verano, las beldades del viejo otro lado del mundo, casi sin querer, depositando en su cabeza unas cargas de profundidad preparadas para cuando llegara el momento. Cuando las cosas se pusieron feas de verdad, estalló. Asumiendo su responsabilidad, tres largos años de peregrinaje, mintiendo sobre el lugar, ocultando su origen para atravesar Mauritania; y mintiendo sobre el tiempo, ocultando su edad para no ser expulsado; le permitieron llegar y quedarse.

Ahora esquivaba, con habilidad felina, el vehículo municipal de limpieza y se refugiaba, en la oscuridad de un portal cercano, a engullir los restos de un bocadillo envuelto en papel de aluminio que habían sido depositados a sus pies hacía un instante. Los aullidos crecientes, provenientes del otro extremo de la calle, le hicieron recoger instintivamente el cuerpo.

Unos años antes de encontrarse en medio de la partida de insurrectos que se precipitaba por el callejón, huyendo del campo abierto; Jan había sido, cuando aún se hacía llamar Sr. Clos, una joven promesa de la élite financiera. Licenciado, tras mucho sacrificio, sobre todo económico y de sus padres, en una de las principales escuelas empresariales del país. En los buenos tiempos había ejercido de asesor de los tiburones que poco después lo habían devorado. Con las primeras nubes había preparado a sus clientes para lo que estaba por venir y había sufrido en sus carnes sus propios consejos. Ahora dedicaba esfuerzos, entre semana, a impartir nociones de autogestión y tácticas de guerrilla financiera en las comisiones de economía de las asambleas de la Plaza Cataluña; y a protagonizar escenas de persecución entre manifestantes y policías, los fines de semana, tal como le habían explicado sus mayores, pero al revés.

El grupo dobló la esquina.

A la zaga, un comando de gladiadores autonómicos, blandía sus argumentos, voz en grito, y recortaba ostensiblemente la ventaja. Eran profesionales y estaban bien preparados.

Ádam siempre se había considerado una persona comprometida. En tiempos había participado activamente en diferentes plataformas del 0,7%; había recolectado provisiones para los campamentos de Tinduf; incluso había trabajado, sobre el terreno, durante un par de años, en varios proyectos de cooperación en el África subsahariana.

Era de los habían entrado en el cuerpo por vocación de servicio, cuando aun no pesaba tanto la estabilidad del puesto en la motivación de los aspirantes. Con los años se había endurecido. Las cargas de una vida más madura le habían cambiado las prioridades, y ser lo bastante inteligente como para no demostrarlo, cuando era necesario, le habían permitido progresar. Había aprendido a adaptarse, había aprendido a obedecer, para seguir adelante.

Un poco más tarde, una periodista de la televisión nacional, que soñaba con sacarse de una vez el cartel de becaria, después casi tres años de patearse en directo la práctica totalidad de los rincones más sórdidos de la geografía patria, y de haber sorteado, a duras penas, las miserias de los laberintos de selección de personal, entrevistaba, con evidente frustración, a un humilde barrendero, para las noticias de la tarde, después de haber perseguido, infructuosamente, durante toda la jornada de protestas, al Responsable de Interior que, al parecer, se había refugiado en los dominios de un pariente lejano, en un pequeño pueblo del Pirineo.




Este cuentito, al que ya se le estaba pasando el arroz, ha encontrado acomodo en la convocatoria del certamen de relatos de Letra de Palo, puedes leerlo y comentar allí, siguiendo el enlace, y participar del mismo hasta el próximo día 28 de febrero clicando en la imagen.


10 comentarios:

  1. Qué buena doblez, padrino, la del regreso de las cosas al Pirineo idílico, y cómo se justifica el título y las primeras reflexiones. Estupendo.
    Un saludo
    JM

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    1. Me gusta que el final se pliegue sobre el principio y las dobles realidades.
      Saludos Juan Manuel.

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  2. Pues ya tenía yo también ganas de pillarte más allá de las cien palabras. Mis sospechas eran ciertas. Me decía yo que si leía algo tuyo un poco más largo me iba a gustar y no estaba equivocado. Me gusta mucho como lo has explicado todo. Ha sido como cuando abres un libro en el fnac y te lees una página al azar a ver que vibraciones te da. Pues muy buenas. En serio. Cuando escribas un libro me apunto de "reader-tester". La propuesta se la hago extensiva a muchos de los monstruos que leemos en común. Enhorabuena.

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    1. Ya me gusta este formato un poco más largo, pero me cuesta más ponerme, aparte que no me parece lo más idóneo para el blog, creo que se puede hacer pesado para leer en pantalla. Pero me apunto lo del reader-tester, je je.
      Abrazos.

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  3. Miguel, veo que has escogido el lado oscuro, bienvenido. Además del microrrelato (siempre fantástico), hay más jardines que visitar y no hay tiempo que perder.

    Saludos

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    1. Es que "la Letra" es muy fuerte en ti Obi Nel Kenobi, je je.
      );-P

      Saludos

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  4. Muy bien hilado y un gran retrato social. Mi aplauso.

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    1. Gracias Miguel Ángel, fue fruto de un momento muy concreto.

      Saludos.

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  5. Tio, me quito el sombrero, sinceramente creo que los micros se te quedan pequeños y deberías ir más allá. Felicidades . Un abrazo.

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    1. Voy pillando las cosas según vienen Juanjo, no me da para más, pero a veces me gustaría sí. Tal vez, si algún día conseguimos jubilarnos, quién sabe, je je.

      Abrazos.

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