ESTADOS CARENCIALES
Pequeñas reacciones cotidianas que nos definen
Tómese una
sociedad, bien instruida, en la que sus
responsables se preocupen por sus ciudadanos, y planteen respuestas a sus
problemas, con justicia social. Una sociedad que sea respetada (hablo de
respeto, no de tolerancia) en su cultura, en su identidad, en sus costumbres,
tanto dentro como fuera. Una sociedad en la que sus miembros tengan
razonablemente cubiertos sus necesidades más básicas en cuanto a vivienda,
alimentación, educación, sanidad. Una sociedad en la que sus miembros dispongan
de posibilidades para desarrollar sus inquietudes personales, más allá de estas
necesidades básicas, creciendo tanto individual como colectivamente.
Tómese a esta
sociedad e intente convencer a alguno de sus miembros de emprender una sacrosanta
cruzada, bajo no sé qué tergiversación de una ancestral enseñanza; e intente
convencerlo, repito, para abandonar su vida, su espació, su familia, para
inmolarse en algún lugar extraño.
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Tómese, ahora, una sociedad, clasificada por otros como de segunda, o tercera, clase. Una sociedad empobrecida, deseducada, dashauciada. Ignorada por sus gobernantes o tratada únicamente como un bien más de producción al servicio de otros, como una posesión, para el enriquecimiento, siempre, de unos pocos, la mayoría ajenos. Humillada hasta decir basta. Esquilmada sin reparo en sus recursos por piratas, ladrones, sin escrúpulos; que ve cómo se desvanecen todas sus posibilidades de progreso. Una sociedad que no encuentra justicia en lo más mínimo, desatendida, abandonada, desocializada, individualizada, en la que uno solo puede contar consigo mismo para sobrevivir; acostumbrada a seguir adelante por la caridad del que sí que tiene, o tiene el poder de gestionar, según su capricho.
Tómese a esta sociedad e intente convencer a sus miembros de que tiene que aceptar este orden de las cosas, que han tenido la mala suerte de estar hechos así y haber caído de ese lado del mundo. De que no pueden buscar una salida, de que no pueden atravesar un desierto, un mar, una valla. Intente convencerles de que aquellos que les venden una esperanza, o una salida a la rabia, o una venganza, les engañan.
Ayyy Miguel, que bien has expresado lo que todos o la gran mayoria pensamos. Estos dirigentes que tenemos son una verguenza para los ciudadanos. Unos ladrones, mentirosos y estafadores que solo piensan en su sillón calentito y enriquecer sus bolsillos.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Hay días que solo puedes decir las cosas claritas, claritas, me cag...
EliminarUn besazo, Nani.
Con todas las letras, unas palabras bien dichas, Miguel, y que comparto personalmente y en la red.
ResponderEliminarUn abrazo..
No sabes cómo me alegra coincidir, Mamen.
EliminarAbrazos.
¡Vergüenza morena, tendría que darles! Bien, Miguel, bien. No se puede decir mejor.
ResponderEliminarUn besote
Seguro que se puede decir más veces, Izaskun.
EliminarMe molesta en sobremanera que encima de lo que ya llevan, aprovechen cualquier desgracia para apretarnos todavía más las tuercas, sin entrar en las causas.
Si no saben más que se aparten, si saben y no lo hacen, a la cárcel.
Besotes.
Estoy seguro que igual que en micros, haciendo ensayos lo ibas a petar igual. El que sabe escribir... un abrazo Miguel :)
ResponderEliminarHay cosas que salen de las entrañas, y si las veo yo, que soy nadie...
EliminarAbrazos, Juan Antonio.