ESTADOS CARENCIALES
Pequeñas reacciones cotidianas que nos definen
No puedo evitar caminar como vivo.
Desde hace un par de veranos me he
visto infectado por el virus del montañismo. Una actividad ciertamente
gratificante, y con un coste muy razonable para los tiempos que corren.
Ascendiendo algunas de las
cumbres, principalmente del pirineo, he descubierto que me cuesta mucho
dosificarme. Esta costumbre me ha reportado algunos sonoros fracasos. Este
último verano me vi incapaz, por ejemplo, de alcanzar el Balcon de Pineta, en el valle de
Ordesa, por unos pocos centenares de metros. Y las he pasado canutas en un par
más de ocasiones.
Refugi de la Gola, Alt Àneu - Misión cumplida esta vez |
Es una sensación ciertamente
extraña, encontrarte absolutamente vacío. No es cansancio, no es que te duelan
las piernas, no es que te falte el aire. Lo más parecido que se me ocurre es
eso vacío.
Con todo estoy convencido que esta
manera de proceder me ha permitido alcanzar objetivos que de otra forma no creo
que hubiera conseguido. El balance general es, sin duda, positivo.
Me cuesta mucho no poner lo que
tengo en lo que hago, aunque signifique, muchas veces, un aparente continuo vivir
de farol.
Mientras bajaba del Balcón
recordaba cómo, cuando estaba en la facultad, una de las máximas del grupito de
canallas que nos juntamos, era el matricularnos del mayor número de asignaturas
que nos permitieran (que bien nos hubiera ido aplicar el mismo criterio a la asistencia a clase), y presentarnos al máximo de exámenes posibles, pues la
experiencia nos decía que, al final, el porcentaje de éxitos, la mayoría de
veces no dependía del volumen de trabajo. Cuando nos presentábamos a seis, aprobábamos
cuatro; cuando nos presentábamos a doce, aprobábamos ocho. Lo pasábamos mal,
pero valía la pena.
Supongo que en gran parte, es
fruto de la educación que he recibido de mis padres, y que agradeceré de por
vida. Una herencia obrera de: ante las dificultades, apretar los dientes y empujar. Es lo único que tiene, el que no
tiene nada más.
Ser ambicioso en mis pretensiones,
nuestros límites siempre están mucho más allá de lo que nosotros nos pensamos. Aquí
me acuerdo de cuando en la escuela nos explicaban la historia del soldado de Marathon. No es una mala manera
de morir, exhausto y satisfecho.
Tengo un compañero, sin embargo,
con un biotipo mucho más apto para el ejercicio físico (para quien no me
conozca, con dificultad alcanzo el metro setenta de estatura y arrastro unos
noventa y cinco quilos, eso contando que en el último año me he quitado diez de
encima), que sale al monte todos los fines de semana, que camina mucho más que
yo, más rápido, más rato y más lejos, y que manifiesta abiertamente que solo
corre, si el terreno es llano o cuesta abajo.
Otra manifestación de más de un millón de personas - al parecer ese día nadie estaba escuchando |
Y lo haces sin necesidad de hacerte promesas como que no te tomarás una cerveza hasta que....
ResponderEliminarUn abrazo del "gitanitu"
Me gusta tu versión narrativa. Je je
Je je. Me prometo no volver a hacer las mismas tonterías una y otra vez, pero tampoco lo cumplo...
EliminarQue le vamos a hacer.
Un abrazo chavalote, a ver si nos vemos, sea en real, o en virtual.