BAJO LA RUEDA DEL MOLINO
Las articulaciones de la escalera mecánica crujían
espantosamente (cosa de los vaivenes barométricos, ya me lo habían advertido
las mías propias, un rato antes, al levantarme ¡Hoy va a llover!), y finalmente
se clavaron con estrépito.
Yo que siempre fui más de Sancho que de Quijano, me senté
tranquilamente en el metálico escalón, mientras varios aspirantes a hidalgos,
embestían, furia en ristre, cuantos mecanismos, botones de alarma,
intercomunicadores y cuadros de mando, encontraron a su alcance.
En otro momento les hubiera advertido de la inutilidad de
sus arremetidas, pero la experiencia es un grado. Permanezco sentado y en
silencio, manso, resignado ya a esta continua llovizna de leves contratiempos, sordos
y dolorosos. Molestos, como el corte de un papel entre los dedos. Reiterados, como
un inevitable peaje en medio de la autopista de la vida.
Lejanos quedaban los tiempos en que creí que las andanzas de
alguno de estos cambiaría el mundo.
Sabiendo lo que vendría después, me alzo sobre mis doloridas
rodillas, trepo el trecho restante, con un bufido al superar cada escalón,
excesivamente altos, primero un pie, luego el otro, alcanzando la cumbre, justo
en el momento que el mecanismo vuelve a girar, sin aparente intervención
humana.
Este mes nos ilustra Vicente Mateo Serra (tico) |
También puedes leerlo y comentarlo en la pagina de ENTC
Muy Cervantes te has puesto Miguel je je. Me gustó. Un besito
ResponderEliminarEste mes tocaba, y me he tenido que contener, que los tenía más "Cervantes", je je.
EliminarUn beso Yolanda.
Los hidalgos ignoran (o fingen ignorar) que estos mecanismos están diseñados para funcionar solamente una vez que la maltrecha víctima haya acabado de subir por sí mismo hasta la presunta cima. Así aprendemos a sufrir, dicen que eso se llama experiencia. Además, se ahorra energía, ya no hay vientos ilimitado para los molinos. Un abrazo
ResponderEliminarAsí es Amando. Te puedes quedar al pie de la escalera reclamando justicia, o seguir camino pese a las dificultades, aun a costa del sacrificio, no solo físico.
EliminarY no, el viento, como el sol, parece que ya solo sale para algunos, o eso nos quieren hacer creer.
Un abrazo.
Sí, a veces resulta que, pese a nosotros, pese a todo, las cosas siguen un curso que nos pasa por encima y nos devuelve a la condición humana más contemplativa. En suma: aunque el gallo se quede afónico, el sol saldrá para anunciar el nuevo día para demostrar lo decorativo de ese rito de granja.
ResponderEliminarMuy bonito, Miguel A.
Juan M.
Y la vida sigue, y seguiría sin nosotros, y ya se encarga ella de recordarlo, poniéndonos la zancadilla de vez en cuando.
EliminarMuy bueno lo del gallo Juan M.
Un abrazo.
Gran apuesta, Miguel. Que tenga suerte, caballero.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, igualmente.
EliminarUn abrazo Miguel
Me voy al otro sitio a dejar mi comentario. Suerte Miguel.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Gracias Nani.
EliminarUn besazo.