Asistimos estos días impotentes al espectáculo de la
destrucción de la vida en imparables incendios forestales, un drama que se
repite año tras año y al que, como a la mayoría de dramas, parece que nos vamos
insensibilizando, a fuerza de convivir.
Más allá de otras consideraciones, no poco importantes
(repercusión económica, turística, perdidas de patrimonio,…) y que no dejan de
ser dramáticas para los directamente afectados; y al margen de las lamentables
pérdidas humanas directas; la pérdida ecológica que supone tiene una
repercusión, que nos debería ser insoportable y que nos afecta a todos, por
mucho que no se vean sus efectos inmediatamente, más allá del desolador paisaje
que nos presenta, y que el tiempo tarda poco en borrar de nuestras memorias.
Entre todos ellos, por su valor ecológico, quiero destacar,
y por eso escribo este artículo, los incontrolables incendios que están
destruyendo uno de los espacios naturales más importantes de los que aún se
conservan en nuestro territorio, que se encuentran en el interior del Parque Nacional del
Garajonay, en la isla de la Gomera.
En este espacio protegido se encuentra la Laurisilva, uno de los bosques más
singulares, antiguos, y valiosos que en territorio europeo solo se conservan en
lo que se conoce como la Macaronesia, los
archipiélagos atlánticos de las Azores, Madeira, Cavo Verde y las Canarias.
Este tipo de bosque húmedo existe desde hace más de 20
millones de años y se extendía durante la era terciaria por gran parte de
Europa, de donde se fue retirando por las glaciaciones de finales del terciario
y principios del cuaternario, conservándose en la cuenca mediterránea
probablemente hasta el final del pleistoceno (hace unos 10.000 años).
Parque Nacional desde la cumbre del Garajonay, con el Teide al fondo. |
Con esto quiero decir que este bosque, ahora endémico de un
puñado de islas, ha sido cobijo y protección de nuestros antepasados, ha
cuidado y alimentado a nuestros ancestros. Es un hábitat que nos ha permitido
evolucionar a lo que somos, que forma parte de la historia de todos nosotros. Un ecosistema que se encuentra en recesión, allá donde aún se
conserva, pese a los esfuerzos y protección de que disponen. Un ecosistema que con estas
agresiones corre serio riesgo de desaparecer definitivamente.
Quedan para un siguiente artículo, consideraciones sobre los
recursos de extinción, y sobre el castigo a los incendiarios.
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